El cuerpo siembre ha tenido usos a través de la historia. Su misma concepción ahora parece dirigirse a definirlo como un atuendo personal para resaltar ciertas modificaciones irreversibles, pero que singularizan al individuo.
Sin bien en un punto de la historia resultaban inquietantes, las modificaciones corporales ya no son ajenas a ningún ser humano, no son marginadas, ni mucho menos satanizadas por considerarse inmorales o incorrectas para la sociedad. Por lo contrario, continúan consolidándose en nuevas generaciones con perspectivas de vida diferente y poco arraigadas a las manifestaciones culturales de una comunidad, a las mismas expresiones que alguna vez respondían a elementos simbólicos propios de una tradición.
Hoy existen dos bandos, dos posiciones desde donde se debaten las intervenciones en el cuerpo como una expresión emergente de la cultura o como un hito de la moda que tiende a esfumarse.
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